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La Diferencia

El despistado

El despistado
Su despertador sonó a las 07:00, como todos los días laborables y, cuando se olvidaba de quitar la alarma al móvil, también los días no laborables. A duras penas, impulsado por esa ignota inercia que supera la apatía depresiva que supone madrugar, se empezó a arreglar para marcharse al trabajo. Fuera estaba muy oscuro, demasiado, pero a esas horas, hasta lo más paranormal es difícil que sorprenda. Cuando salió de su edificio a las 07:48, todo era un manto de oscuridad sobre un manto de nieve que había dejado el temporal de la noche anterior. Ya hacía meses que el día empezaba a alargar, por lo que quizá fuera la descomunalidad del espesor de los nubarrones lo que no dejaba escapar ni un hilo de luz.

Nadie entró en la oficina esa mañana, por lo que pudo mantenerse en un estado de semi-vigilia que uno agradece los lunes. Al salir del trabajo, la ciudad seguía sumida en una oscuridad total. Pero la temperatura era mucho más cálida. La nieve se había deshecho por completo y hasta apetecía quitarse el abrigo. Extrañado, levantó la mirada intentando dilucidar qué clase de engendro borrascoso podía tiranizar de aquella manera al astro rey. Para su escalofriante sorpresa, no había nubes. Es más, parpadeaban brillantes una congregación de estrellas impresionante. Fue entonces que cayó en la cuenta de que todo el mundo andaba corriendo y gritando por las calles, con sus maletas a cuestas. Las calzadas eran una hilera de coches furiosos que no podían organizarse para salir del desconcierto. Se sintió muy estúpido. El mundo había perdido la luz del día, y él había tardado horas en darse cuenta. "Ya me lo decía mi madre...".

Seguramente, ese día acontecía una gran historia, digna de la mejor ciencia ficción, pero quise concretar un poco. Dentro de todos los grandes momentos apocalípticos, siempre hay montones de historias cercanas de absurdos terriblemente humanos.

2 comentarios

juglar103 -

Bueno, ese sol no se va solo. Depende de nosotros mismos.

casos -

La vida mi hermano. La vida se va sin darnos cuenta que la vorágine de sobrevivir nos ha quitado el sol: el canto interno, el cálido abrazo de los amigos; la sonrisa cómplice, la mirada del ser amado.
Y deveras que cuando abres los ojos uno se siente estúpido.