Presentimiento
Presiento que algo va a suceder. A distancia se adivina que las bocas murmuran mi nombre. Todos me tratan con formas suaves, como cuando saben un secreto que aún no pueden decirme. Hace un sol justiciero, pero en las oscuridades que flotan bajo mi abrigo, hace un frío cortante. La gente por la calle me persigue con la mirada, como si les sonara mi cara o como si aún llevara un pegote de crema de afeitar en la barbilla. Mi madre me mira apunto de confesarme que soy adoptado y mi novia está cabizbaja porque va a donarme un órgano para salvarme de mi enfermedad terminal que todavía desconozco. Hasta mi perrita me observa con ojos de conmiseración.
Puede ser que todo sea invención mía, que me encuentre a disgusto con mi persona por esos kilos que he cogido o que el interrogante indeciso que llevo tatuado bajo el flequillo esté poniéndose al rojo vivo, y por eso esté elucubrando alucinaciones. Puede ser, pero no lo creo.
Sé que ese remolino que despeina a los que salen de las peluquerías es un viento de cambio, un pregón que trae la buena nueva.
No, no deseo que algún chivato se vaya de la lengua. Ni estoy calculando cumpleaños, aniversarios o efemérides comerciales de regalos.
Cuando recibo una carta al llegar al mediodía a casa, primero como tranquilamente, me preparo el café, y después de encenderme un cigarro y acomodarme en mi sillón favorito, rasgo el sobre lentamente. Aunque sean malas noticias, no hay que recibirlas con ansiedad.
El tiempo no llega tarde para los que saben disfrutar de la espera.
Puede ser que todo sea invención mía, que me encuentre a disgusto con mi persona por esos kilos que he cogido o que el interrogante indeciso que llevo tatuado bajo el flequillo esté poniéndose al rojo vivo, y por eso esté elucubrando alucinaciones. Puede ser, pero no lo creo.
Sé que ese remolino que despeina a los que salen de las peluquerías es un viento de cambio, un pregón que trae la buena nueva.
No, no deseo que algún chivato se vaya de la lengua. Ni estoy calculando cumpleaños, aniversarios o efemérides comerciales de regalos.
Cuando recibo una carta al llegar al mediodía a casa, primero como tranquilamente, me preparo el café, y después de encenderme un cigarro y acomodarme en mi sillón favorito, rasgo el sobre lentamente. Aunque sean malas noticias, no hay que recibirlas con ansiedad.
El tiempo no llega tarde para los que saben disfrutar de la espera.
9 comentarios
juglar103 -
taro -
Un beso Mararia.
MARARIA -
taro -
Tu perra tiene cara de saber mucho.
juglar103 -
Jose Luis L -
eva-lamaga -
juglar103 -
Gracias, por el cumplido.
Electra -
Me gusta tu pag, atentamente; Electra