El hueco de un patio interior
Mi cuarto da a un patio interior oprimente y oscuro, y cuando por las noches mi ritmo vital decelera, los sonidos del vecindario me asoman a otras ventanas.
La quinceañera del segundo todos los días después del instituto, escucha una y otra vez durante toda la tarde, el disco que alza a moda la radio-fórmula, mientras sueña recostada cómo le besaría el chico del que está enamorada, ese que se sienta dos pupitres más adelante. El chaval del cuarto, cuando se hace de noche, desenfunda su violín y practica durante horas una desafinada melodía de Beethoven y su madre le escucha emocionada mientras hace que lee el último número de las más morbosa revista del corazón. La vieja de enfrente, cosiendo una colcha interminable con su tuberculosa máquina, combate el insomnio que padece desde que perdió a su marido en un ataque de aburrimiento nada más comenzar su jubilación. El madurito solterón del quinto se ha dado cuenta que la vejez le va alcanzando porque cada vez duerme y oye menos, y lo único que hace es escuchar las tertulias de la radio (a todo volumen) para sedar su soledad.
El hueco del patio interior me trae sonidos como metáforas de gentes solas que encienden sus máquinas de compañía. Todos los que en vez de ensordecer, sólo escuchamos los sonidos de la comunidad, les deseamos que el viernes próximo, el violinista y la adolescente se arrimen en un banco del parque, y que el solterón invite a tomar un café de domingo a la viuda modista. Después de enunciar nuestro deseo, mañana lunes encenderé La Gramola y escucharé al genio de la lámpara concedérnoslo: "Bienvenido a La Gramola. Ésta es su elección."
La quinceañera del segundo todos los días después del instituto, escucha una y otra vez durante toda la tarde, el disco que alza a moda la radio-fórmula, mientras sueña recostada cómo le besaría el chico del que está enamorada, ese que se sienta dos pupitres más adelante. El chaval del cuarto, cuando se hace de noche, desenfunda su violín y practica durante horas una desafinada melodía de Beethoven y su madre le escucha emocionada mientras hace que lee el último número de las más morbosa revista del corazón. La vieja de enfrente, cosiendo una colcha interminable con su tuberculosa máquina, combate el insomnio que padece desde que perdió a su marido en un ataque de aburrimiento nada más comenzar su jubilación. El madurito solterón del quinto se ha dado cuenta que la vejez le va alcanzando porque cada vez duerme y oye menos, y lo único que hace es escuchar las tertulias de la radio (a todo volumen) para sedar su soledad.
El hueco del patio interior me trae sonidos como metáforas de gentes solas que encienden sus máquinas de compañía. Todos los que en vez de ensordecer, sólo escuchamos los sonidos de la comunidad, les deseamos que el viernes próximo, el violinista y la adolescente se arrimen en un banco del parque, y que el solterón invite a tomar un café de domingo a la viuda modista. Después de enunciar nuestro deseo, mañana lunes encenderé La Gramola y escucharé al genio de la lámpara concedérnoslo: "Bienvenido a La Gramola. Ésta es su elección."
12 comentarios
juglar -
Juan -
mararia -
Tomás -
cada mañana,
cuando enreda la cuerda
de tu persiana.
Tus buenos días
son el sol de la calle,
son mi alegría.
juglar103 -
Anónimo -
khandika -
Me gustó la observación de eva-lamaga. Es clara al respecto. Saludos.
eva-lamaga -
Malaa -
Y yo, a veces, escucho la gramola de m80 :P
Aura -
Cordelia -
Esas cosas...
Aura -