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La Diferencia

Mi historia escrita

Mi historia escrita
De aquel cuaderno verde-manzana empezaron a salir la reina “a”, el príncipe “e”, la princesa “i” y así toda la corte y el vasallaje. Comenzaron a emparejarse y acabaron formando una desvariada orgía, digna de la mejor mitología griega. Se llevaron la fiesta a un Barco de Vapor, que primero fue blanco, después azul, luego naranja y rojo al final de su viaje. A bordo, vivieron sus primeras aventuras fantásticas, como las del Diablo Capataz, que les enseñó unas palabras mágicas para arribar a una vida feliz (“Sin parar” y “Como antes”), o las del Rey de Katoren, y sus siete pruebas en siete ciudades.

Tras una época oscura, en que se negaron a dejarse ver junto a la belleza porque se sentían aprisionadas por las normas, salieron otra vez al escenario, que en ese momento se convirtió casi en un altar. Figuraban como Alfa, Beta, Gamma, pero no porque volvieran a sus inclinaciones griegas, sino para habitar en un perfectamente controlado Mundo Feliz. Pero era un futuro que no querían, por lo que transformaron sus vidas en cuentos extraordinarios. Estaban encerradas en un edificio vacío, de noche, con el estruendo de la tormenta, el viento y el mar furioso golpeando el muro. Allí imaginaban a un hombre atado en el fondo de un pozo con un péndulo cortante balanceándose sobre él, y unas ratas royéndole la piel. Y siguieron alucinando cuando al llegar a Macondo vieron un delgado hilo de sangre recorriendo sus calles, que nacía del oído del recién fallecido Nosecuantos Buendía.

Cuando conocieron a Alfanhuí, aprendieron a mezclar los colores que recogían en el horizonte del cielo del atardecer y se iniciaron en la alquimia para descubrir cómo las señales del desierto habrían de llevarles a conocer su historia personal.

También conocieron a un empleado del Registro Civil con quien se aventuraron dentro de la oscuridad de los archivos donde reposaban todos los nombres, los de los vivos y los de los muertos, y allí encontraron un libro de arena.

Finalmente fueron procesados por alguno de sus delirantes delitos, pero no llegaron a saber por cuál. Entonces decidieron calmar su ritmo de vida ayudados por unos versos con los que siempre podrían contar, no una ni dos veces, sino contar con ellos.

Acabaron con sus vidas una horda de gentes desbocadas, que buscaban apoderarse de su irresistible perfume.

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