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La Diferencia

Competitividad

Competitividad
Compito para subir puestos en la lista. Voy masacrándome el tipo y así intento adelantar a los que me preceden. Cuando me canso de competir sin subida ni beneficio, amplío el margen que me quieren imponer las normas y entonces subo más rápido los escalones. Noto cómo la cima pierde altura y desde mi posición puedo observar más montañas, cada una con su lista y sus reglas diferentes. Hasta el color de la bandera que se ha de recoger en lo alto, cambia ostensiblemente de una a otra. Me paro en seco. Me corroe el desasosiego. Anhelo estar en otra lista, con otra meta y con reglas humanas, sin posibilidad de doblegar su margen. Esta noche sé que la pasaré en vela, colgado en mi solitaria tienda de campaña. Mañana cuando amanezca tengo que elegir entre las dos posibilidades: seguir subiendo por mi lista o bajar y empezar desde cero en otra lista. Desfallecen mis fuerzas y por momentos me dan ganas de dejarme caer por la pendiente sin mayor preámbulo ni parafernalia.

Todas las direcciones me amenazan con llamarme fracasado. Suspendido en itinerario. Pero esto sólo compone la angustia nocturna; al amanecer, me pondré un parche negro en el ojo izquierdo y echaré a andar. Intentaré al menos que el camino se crea que marca la diferencia, alejado de las autopistas hacia el cielo.

Y es que me canso de competir para sólo ganar mayor ansiedad de competir.

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