Atmósfera impresionista
Ese día tomé las nuevas tecnologías e investigué sus raíces etimológicas hasta llegar a una ciudad.
Cuando el ocio me encuentra en ciudad nueva, busco sistemáticamente su casco histórico y procuro no salirme de sus dependencias en un buen rato. Sin embargo, en esta ciudad-encrucijada (¿parezco Calvino?) me pasó lo contrario: caí en las redes de lo antiguo y no me soltaban, fuese cual fuese el lugar hacia donde me dirigiese.
Sus gentes se asemejan a robots. Pisan los adoquines como si fueran astronautas, desaparecen y aparecen en sorpresiva tromba como un Guadiana coagulado, apagan los semáforos para cambiar de acera, y usan todos el mismo perfume: atmósfera de gingoro. Fijaos hasta dónde llega su singularidad que hasta paren dibujos animados en vez de hijos.
De día, las cigüeñas resguardan los cielos impresionistas. De noche, todos repostan: Isidro, un ajoarriero. Y en la plaza se oía un añejo violín gitano llegando al límite del agudo.
El buen aprendiz de juglar debe aprender a caminar. Ni corriendo, ni parando, ni con itinerarios prefijados, ni resabiendo. Sólo tiene que llevar consigo la curiosidad infantil y un caza-sensaciones. Tiene que recorrer las calles nuevas, una y otra vez, hasta que ellas mismas le inviten a ser parte del camino.
Cuando el ocio me encuentra en ciudad nueva, busco sistemáticamente su casco histórico y procuro no salirme de sus dependencias en un buen rato. Sin embargo, en esta ciudad-encrucijada (¿parezco Calvino?) me pasó lo contrario: caí en las redes de lo antiguo y no me soltaban, fuese cual fuese el lugar hacia donde me dirigiese.
Sus gentes se asemejan a robots. Pisan los adoquines como si fueran astronautas, desaparecen y aparecen en sorpresiva tromba como un Guadiana coagulado, apagan los semáforos para cambiar de acera, y usan todos el mismo perfume: atmósfera de gingoro. Fijaos hasta dónde llega su singularidad que hasta paren dibujos animados en vez de hijos.
De día, las cigüeñas resguardan los cielos impresionistas. De noche, todos repostan: Isidro, un ajoarriero. Y en la plaza se oía un añejo violín gitano llegando al límite del agudo.
El buen aprendiz de juglar debe aprender a caminar. Ni corriendo, ni parando, ni con itinerarios prefijados, ni resabiendo. Sólo tiene que llevar consigo la curiosidad infantil y un caza-sensaciones. Tiene que recorrer las calles nuevas, una y otra vez, hasta que ellas mismas le inviten a ser parte del camino.
5 comentarios
taro -
Cada vez que querais ver mas...
Vuestro humilde amigo taro...
Ya conoceis vuestra casa...
Un saludo.
MARARIAº -
investigacion que aportó buenos consejos.Siempre es bueno tener un punto de referencia, un consejo amigo..
Ciudad laberíntica y con mucho encanto. Además dela compañia, la ciudad aportó un componente de magia y familiaridad.
Bar que parecía el salón de casa, magía con olor a incienso y velas.
Siento no haberte conocido pero muchas gracias por las recomendaciones y a tí "muchas gracias por hacerme sentir viva"
taro -
Mas reverencias.
juglar103 -
taro -
Me ha sorprendido, impresionado y emocionado.
Y ademas, no se entiende nada. ¿Tambien te contagiste del estilo?
Te debo...
Reverencias.